miércoles, 5 de mayo de 2010

La Argumentación

La argumentación hace parte de nuestra cotidianeidad y está presente en todo tipo de escenarios: en la vida privada, en las relaciones familiares, con los amigos y con los vecinos. También en los debates públicos entre políticos, en las relaciones con los estudiantes y con los compañeros de trabajo. La argumentación se encuentra también en los medios de comunicación (prensa: editoriales, páginas de opinión, artículos de crítica) y en ambientes relacionados con la justicia, entre otros (Dolz, 1993). Al respecto Camps (1994) afirma lo siguiente:

"Argumentar es llevar a un auditorio a compartir unas tesis u opiniones determinadas. Quien argumenta tiene como objetivo convencer a unos destinatarios en quienes se suponen creencias, concepciones distintas y se supone también que se resisten a cambiarlas. Lo que se propone el argumentador es modificar estas creencias o estas concepciones con la utilización del lenguaje (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958; Grize, 1982; Charolles, 1982; VV.AA., 1995).

Algunas de las operaciones que el argumentador debe llevar a cabo y que se relacionan con la concepción del destinatario:

· Reconocer la existencia de opiniones diferentes sobre un mismo hecho o tema.

· Definir el punto de vista propio e identificar puntos de vista distintos.

· Identificar los destinatarios y reconocer o tener hipótesis sobre sus opiniones.

· Seleccionar argumentos y justificaciones adecuados a los destinatarios.

· Reconocer las razones de los argumentados y saber concederles la parte de razón que tienen según el propio punto de vista, utilizando recursos lingüísticos para indicar la concesión.

· Referirse a los argumentos contrarios para refutarlos en el propio texto.

· Distinguir los argumentados (aquellos con quien se discute una idea) de los destinatarios (aquellos a quienes se dirige realmente la argumentación).

El discurso argumentativo se define como el intento que lleva a cabo un argumentador para modificar o reforzar a través del lenguaje las representaciones, creencias y valores de un individuo o de un grupo (el argumentado), esperando que a continuación las reacciones observables en el argumentado se ajusten a estas creencias nuevas o reforzadas.

El discurso argumentativo se distingue de este modo del discurso prescriptivo, el que se refiere a la orden pura y simple puesto que, en este caso, un superior se dirige a un subordinado en nombre de una autoridad institucional y le dicta directamente y sin réplica posible el comportamiento que debe adoptar. La esencia del discurso argumentativo es democrática. Se distingue, también, de los discursos epistémicos como la demostración o la explicación (del porqué) que subrayan los conocimientos enunciados impersonalmente (se), en nombre de la verdad, de la pura lógica o de la ciencia.

La estructura de un texto argumentativo puede describirse mínimamente como una relación de apoyo, es decir, como una relación entre un enunciado-argumento y el enunciado-conclusión que este argumento permite sostener (aunque sin probarlo). En realidad, el paso del argumento a la conclusión está garantizado por un tercer término, un topos (tópico). El topos no tiene que ser necesariamente explícito, pero puede estarlo y, sobre todo, puede ser refutado por aquel a quien va destinado el argumento.

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